Navegar en el vacio
- cufaneo
- 11 nov 2014
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La oquedad del silencio pareció haber cubierto todo el salón. Ya no había palabas, no existía el sonido. Todo estaba en Mute, en silencio. El movimiento apenas se percibía, nos mirábamos sin decir nada. Nos hablábamos sin gestos ni palabras. Pero la mirada decía todo. Tampoco había olor, todo estaba vacío.
Los movimientos eran casi imperceptibles, una lagrima por acá, un pecho suspirando un poco más allá. Pero de pronto todo se detenía. Las miradas se evitaban, evadían cruzarse. Se perdían en el vacío de la sala. Todas esperaban que se rompa ese momento. Pero se extendía. Interminablemente, invariable. Implacable.
Las palabras se terminaban ahogando en las bocas, en las lenguas. Había un ruego mudo que se compartía en silencio. Incluso hasta sin mirarse.
De pronto, una voz rompió toda la escena. Para declarar sin vueltas, de una, al mentón, lo que había que decir en una situación así: “Los pobres también tenemos derechos”. Las palabras salieron de la quebrada voz de Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga. Hacía pocas horas se había enterado el destino de su hermano desaparecido desde enero de 2009.
Arruga fue víctima del acoso policial, la desidia de la Justicia, la estigmatización social y el silencio mediático. Todo eso condensado en cinco años y ocho meses de búsqueda, de lucha, de perseverancia. Aún quedan muchas respuestas por saber, cuestiones por dilucidar.
El nombre Luciano Arruga define y condensa denuncias, verdades y realidades que se viven en el conurbano día tras día. Es el resultado de la militarización indiscriminada de los barrios, es la vía libre a las fuerzas represivas, es la lucha por la verdad.
