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Alberto y Las Madres: el choque de dos razones divergentes

  • cufaneo
  • 16 jul 2020
  • 5 Min. de lectura

Mucho revuelo trajo el intercambio de cartas entre las Madres de Plaza de Mayo, con la firma de Hebe de Bonafini, y el Presidente Alberto Fernández. Mientras los opositores (mediáticos y políticos) aprovechan para salar supuestas heridas, desde acá intentamos saltar la coyuntura para entender cada una de las posturas de las cartas.

Con fecha 14 de julio la Asociación Madres de Plaza de Mayo publicó una carta dirigida al Presidente de la Nación, Alberto Fernández: “nos dirigimos a Ud. Con mucho dolor porque nos sentimos agraviadas y heridas en lo más profundo de nuestro corazón, al ver que Ud. Sentó en su mesa a todos los que explotan a nuestros trabajadores y trabajadoras, y a los que saquearon el país”. La carta concluye con responsabilizar a los empresarios por el secuestro y desaparición de los hijos de las Madres.

La respuesta del mandatario llegó el mismo día: “Tengo la enorme responsabilidad de ser el Presidente de todos los argentinos. Entiendo al ejercicio de la política como el instrumento que nos permite cambiar la vida de nuestro pueblo. Este Gobierno trabaja todos los días para ello y cree en el dialogo para poder avanzar. Ustedes saben muy bien que en la mesa de este Presidente se sienta gente de empresas grandes, medianas y pequeñas, trabajadores y trabajadoras, movimientos sociales, estudiantes, jóvenes, nuestros científicos, todos y todas, porque es mi responsabilidad”. Y concluye: “tengan la plena seguridad de que todas nuestras políticas tienen un objetivo central: construir la Argentina socialmente justa que aún soñamos. Trabajamos para que eso sea realidad”.

Pero, ¿qué está en juego en el intercambio? ¿Por qué las Madres cuestionan una imagen del Presidente con empresarios? Con toda la intención de eludir la coyuntura actual (ya hay quien a esta altura mejor la interpretó y la explicó), podemos decir que ambas partes hablan en registros diferentes. Y ambas miradas tienen razón, tanto el cuestionamiento como la respuesta.

Las Madres nacieron como una organización de mujeres que debieron salir a la calle para buscar a sus hijos desaparecidos en medio de la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia, su historia es de lucha. Aún en democracia continúan hoy con marchas y reclamos para saber qué pasó con sus hijos, pero también en vulneraciones a los Derechos Humanos. Son una de las organizaciones que ayudaron a la construcción de la memoria colectiva sobre lo que sucedió en la Argentina reciente.

Alberto Fernández es un político de trayectoria que ocupó diferentes cargos públicos. También participó en armados de distintos espacios políticos, casi siempre vinculados al peronismo. Y llegó a los primeros planos de la política con su gestión al frente de la jefatura de Gabinete en las presidencias de dos mandatarios consecutivos (Néstor Kirchner y Cristina Fernández).

Las dos trayectorias diferentes también desencadenan maneras distintas de entender la práctica política. Ambas misivas evidencian esas formas de hacer política, con distintas concepciones y éticas (no desde la postura de juicio de valor, sobre el bien o el mal).

Max Weber en El Político y el Científico describe dos éticas diferentes para la práctica política. La Ética de la Convicción o la Ética de la Responsabilidad. Para el autor, ambas son contrapuestas y distintas entre sí. Aunque se encarga de aclarar que la primera, no significa que sea irresponsable, solo que tienen diferentes miradas respecto del accionar.

En la Ética de la Convicción, el sujeto acciona de acuerdo a los postulados en los que cree, sin contemplaciones, sin importar cuáles sean las consecuencias de sus actos. Es precisamente esa convicción la que guía cada uno de los pasos que da. Dirá Weber: “Quien actúa según la ética de la convicción sólo se siente responsable de que no flamee la llama de la pura convicción, la llama, por ejemplo, de la protesta contra las injusticias del orden social. Prenderla una y otra vez es la finalidad de sus acciones que, desde el punto de vista del posible éxito, son plenamente irracionales y sólo pueden y deben tener un valor ejemplar”. Lo que significa que no importa los resultados, lo que importa es el obrar de acuerdo a las creencias que se tengan.

Mientras que la Ética de la Responsabilidad es la “que ordena tener en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción”. Desde la noción del autor esta ética es la que pone en juego un político al accionar en la vida cotidiana, hace un cálculo de los fines que persigue y toma decisiones, aunque coyunturalmente puedan ser dudosas.

“Repito que quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder (…) Quien busca la salvación de su alma y la de los demás que no la busque por el camino de la política, cuyas tareas, que son muy otras, sólo pueden ser cumplidas mediante la fuerza”, sostiene.

Entonces, mientras las Madres accionan con una ética de la convicción (y aquí nadie puede dudar que la tienen desde siempre), Fernández obra de acuerdo a su responsabilidad. Y ambas posturas quedan en evidencia en las pocas líneas que ambos escriben. Incluso más, el texto del Presidente pareciera evocar aquella frase de Perón: “Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos’. Porque si quiero llevar sólo a los buenos me voy a quedar con muy poquitos”. Y con “muy poquitos” no hay fuerza suficiente para construir esa “Argentina socialmente justa” de la que habla el Presidente.

Weber advierte, sin embargo, que “la política se hace con la cabeza, pero en modo alguno solamente con la cabeza. En esto tiene toda la razón quienes defienden la ética de la convicción. Nadie puede, sin embargo, prescribir si hay que obrar conforme a la ética de la responsabilidad o conforme a la ética de la convicción, o cuándo conforme a una y cuándo conforme a otra”. Cuando aplicar una o la otra será tarea del político de profesión, cuando agitar las banderas que lo llevaron a ocupar el más alto cargo del Estado nacional o cuando discutir, acordar y motorizar políticas coyunturalmente reprochables.

Lo que se evidencia del intercambio es que tanto el Presidente como las Madres están en dos registros diferentes, por eso se dicen cosas públicamente. La réplica de la organización a la carta de Fernández fue “su respuesta nos alienta a seguir luchando”. Precisamente porque las Madres de Plaza de Mayo no entienden otra manera de hacer política que no sea en la lucha, nacieron a la oscuridad del genocidio argentino y su lugar es la ronda de los jueves, el espacio público y elevar la voz por quienes sufren vulneraciones a sus derechos.

Mientras que por otro lado, el Presidente tiene que calcular los movimientos, acordar y reunirse con actores con los que quizás no acuerda en lo más mínimo, pero que por el cargo que hoy detenta tiene que hacerlo de todos modos.

Weber concluye su exposición de 1919 con una definición: “La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”. En esa tarea está embarcado Alberto Fernández y no parece nada sencilla.

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