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Me apura la vida que no viví

  • cufaneo
  • 27 mar 2022
  • 2 Min. de lectura


Reconozco que llegué tarde a sus canciones. Quizás como un público que los identificó más allá del oeste con los versos a la morocha y por haber estado en el disco por los 20 años de las Madres de Plaza de Mayo. Alguna imagen me naufraga en la memoria, pero también me repiquetea una entrevista en Canal 7 (creo que así se llamaba entonces).


Para mí, su primer disco fue La Paciencia de la Araña y de ahí el resto. Pero para ese entonces era demasiado tarde. Los Caballeros de la Quema tuvieron su último show en 2001, en medio de un panorama incendiado. Ese mismo que habían retratado en sus canciones.


Después los años. Proyectos personales, Arde la Quema y las canciones que todavía hoy recorren las esquinas de Morón.


La identidad es una construcción colectiva, social. Somos el lugar que habitamos, los bondis que tomamos, el Sarmiento, las plazas, los bares y las esquinas. Somos parte del agite del oeste, somos el rock (aunque muches pueden no gustar del género).


Confieso que el show de Los Caballeros de la Quema en el Polideportivo Gorki Grana fue para mí un viaje a mis 18 años, al secundario, al walkman, a los cassettes y al áspero rock de la adolescencia. Sopita y Rock.


Brindo por tipos sin antifaz, los genuinos, que no necesitan ser jóvenes para romperla toda arriba de un escenario. En los que el paso del tiempo, lejos de ser un problema, es el condimento necesario para proponer un viaje a la identidad que supimos construir.


20 años después encontré parte de mi identidad en una vuelta con aroma a multitud y recital. Porque la alegría es verdadera cuando se escribe en colectivo.


¿Es temprano para pedir revancha?




 
 
 

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