El germen de la violencia contra el feminismo
- cufaneo
- 9 mar 2017
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Primero lo primero. Como punto de partida nos es necesaria una definición, una de las más difundidas definiciones sobre Estado es la que corresponde a Weber: “Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”. Con permiso de Max vamos a modificar el concepto, o una palabra apenas, que nos da otra perspectiva. Allí donde dice “legitima”, vamos a decir “legal”. Aunque, se reconoce también que estamos moviendo el concepto en un terreno pantanoso.
Ahora vamos a situarnos en la semana que nos toca transitar. Una semana plagada de protestas y movilizaciones, con concurrentes diversos, con reclamos concretos y, con todo, de convocatoria masiva. El lunes los docentes. El martes los sindicatos. El miércoles organizaciones feministas. En todos los casos personas no alineadas partidaria, ni organizacionalmente.
Todas las movilizaciones tuvieron en común la masividad. En todos los casos hubo reclamos orientados al Estado y también al Gobierno.

Pero algo muchas más profundo distinguió a las primeras dos, de la última. En la marcha por el Día Mundial de la Mujer, paro mediante, se volvió a escuchar el grito de Ni Una Menos. Pero allí hizo el Estado su aparición. Mientras que en las previas movilizaciones, y a los cercos de uniformados que no entraron a escena, nuevamente las movilizaciones feministas volvieron a ser reprimidas.
La cuestión es entender dónde radican los motivos para el accionar represivo directo, en un caso. Mientras que en los otros no. Fácilmente se podría caer en los argumentos de supuesto “vandalismo” contra la Catedral. Pero vamos a hacer hincapié en las agresiones y el encarcelamiento varias horas después de la concentración. Cuando hasta incluso una periodista de Página 12 que retrataba lo ocurrido con mujeres que estaban cenando, terminó presa. Los testimonios de las mujeres vuelven a mostrar vejaciones, manoseos, provocaciones.
Daniela Losiggio escribió hace un par de días: “’Lo personal es político’ significa que nuestra biología científicamente definida, nuestra orientación sexual, nuestro género resultan determinantes de nuestro lugar de subordinación. Así, la misma matriz patriarcal nos otorga un destino de asimilación a cada quien según género o sexo. Por ejemplo, las mujeres –definidas por el patriarcado mediante un prejuicio biologicista– debemos responder a la maternidad amorosa, las tareas domésticas y del cuidado, la fragilidad, la emocionalidad irracional”.
Por este lado podemos encontrar la primera explicación. Reprimir a los trabajadores sindicalizados puede suponer una respuesta mucho más organizada que ante un grupo de mujeres que cenan en una vereda. Y como titulaba una placa de Crónica: “De agredir a los docentes no hay marcha atrás”.
Los gremios tienen un lugar ganado en el espacio público, es habitual que salgan a la calle a reclamar por sus derechos o mejores salarios (aunque esto también costó mucha sangre). Pero a las mujeres hoy no les está permitido movilizarse, ante cada oportunidad son reprimidas. Alcanza con recordar lo sucedido en Mar Del Plata el 2015, con gases y balas de goma.
La violencia represiva del Estado se hace sentir contra un grupo y no contra otros. Y se despliega en aquellos cuerpos cuya recepción de esa violencia es la que se denuncia en las movilizaciones que los llevaron hasta allí. La paradoja, la síntesis y explicación, es que las mujeres salen a la calle para denunciar la violencia que termina con cientos de vidas. Y lo que encuentran es la violencia, en apariencia legal, del Estado. Pero un Estado que elige contra quien desplegar la represión.
Y esto no tiene que ver con la cantidad de una marcha con la otra. Sino que se explica en las consignas, lo que denuncian las miles de voces que gritan basta, no más muertes por la violencia patriarcal. Dentro del sistema, está en los cánones habituales los reclamos sindicales, pero no es tolerado que la mujer decida salir al espacio pública a decir: Ni Una Menos.
O como escribió un poeta: “Al fin y al cabo, el miedo de la mujer a la violencia del hombre. Es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.