El viejo cuento de extrañar
- cufaneo
- 22 oct 2017
- 1 Min. de lectura
Se conocían desde hacía mucho. Por esas cosas de la vida, entre idas y vueltas, ninguno daba un paso. El temor al rechazo, lejos de separarlos, los unía.
Quizás en la noche más oscura que alguna vez les tocó enfrentar, Juana le dijo a él una frase que se le grabó como pocas: “¿Vamos a dormir juntos? Hoy es una noche para abrazarse”. Rómulo no dudó y aceptó de inmediato.
No fue la primera, tampoco fue la última, noche que pasaron juntos. Pero esa de seguro fue la que más se abrazaron, en la oscuridad espesa del contexto. Así, mientras el mundo se desmoronaba se mantuvieron pegados. Y todo fue mejor.
El tiempo transcurrió y sus caminos se bifurcaron.
Él volvió a vivir una noche de tamaña tristeza, de oquedad, y pensó en proponerle que vuelvan a pasar la noche juntos. Sin que eso signifique que nada más que enfrentar con un abrazo ese triste momento. Estaba convencido que la tristeza también la invadía a ella. Pero optó por el silencio. Pero no lo hizo. Los separaba un abismo demasiado grande.
Pero una y otra vez pensó en volver a pasar ese momento de su mano, entre sus abrazos. Ante su silencio, esa fue una de las noches más tristes que afrontó en un rincón. No solo por lo que le tocaba, sino porque además lo hacía sin Juana.
El mundo se caía a pedazos y todo encima de él.
